RITUAL EN LOS FUNERALES VIKINGOS

La imagen que a todos nos viene a la mente al hablar de un funeral vikingo es la de un barco en llamas. Sin embargo, esta práctica funeraria sólo estaba al alcance de muy pocos. Al fin y al cabo, un barco era bien muy valioso y también un símbolo de riqueza. Los jefes vikingos y los más pudientes podían permitirse el lujo de ser incinerados en una de sus embarcaciones.

El barco podía ser quemado en tierra a modo de pira mediante una antorcha o también empujarlo mar adentro y prenderlo con flechas incendiarias. De esta última forma, navegaba a la deriva mientras era consumido por las llamas.


El cuerpo del difunto se colocaba en la cubierta del barco, rodeado de su ajuar funerario así como de las ofrendas y sacrificios realizados por sus allegados. La embarcación se embadurnaba de aceite u otro material incendiario para facilitar la cremación.

Por otra parte, los vikingos menos pudientes eran cremados en piras funerarias. Las cenizas se podían dispersar o enterrar, señalizándose el lugar con un montículo o con una piedra conmemorativa.

Los antiguos escandinavos creían en una vida después de la muerte, y además eran un pueblo particularmente supersticioso. Por ese motivo, el funeral vikingo debía celebrarse correctamente para que el muerto mantuviera el estatus que había alcanzado en vida y encontrar el camino al más allá. Una ceremonia mal ejecutada podía provocar, según las creencias de la época, que el difunto se convirtiera en un alma condenada a vagar eternamente.

Presente en numerosas tumbas y piedras conmemorativas, el barco era un símbolo del viaje a la otra vida. Algunos expertos sostienen que los caballos sacrificados y depositados en barcos funerarios cumplían esta misma función de medio de transporte.





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